Quiénes somos

Síntoma y Símbolo. AC La Casa Negra.

Imagine por un momento que es un vecino del Madrid de comienzos del siglo XX, que ha decidido pasar el descanso dominical lejos de su barriada popular en el centro de la capital y preparar un viaje en tren al Real Sitio de Aranjuez. Como tantos otros convecinos de recursos exiguos, prepara un hato con comida para pasar el día, nada de lujos en fondas ni cafés. Se viste con el traje de fiesta, se acicala y con el entusiasmo hirviéndole por la sangre sale disparado a la Estación de Madrid. Un amigo le ha dicho que se detenga, antes de comprar el billete, en uno de los numerosos puestos que venden estampitas, prensa del día y guías de viaje. Que compre una muy apañada que antes costaban dos reales, de un tal Paco Ramos y Ramón Portillo y que ahora, si hay suerte, la puede encontrar casi regalada porque se imprimieron muchas y pocas se vendieron.

Si ya se ha metido en el pellejo de nuestro viajero, abrirá con entusiasmo su guía, y acomodado en un rincón, apoyado de pié en la pared, comenzará su paseo por Aranjuez antes de llegar a la estación del Sitio: loas poéticas, enclaves geográficos, breves apuntes históricos, su Palacio y jardines, estatuas, calles monumentales y templos…incluso fábricas, fondas y cafés. Esa misma tarde, nuestro viajero regresaría en el tren de las seis y media (el mejor tren que pasa según la guía de Emilio Valverde), ensimismado, contemplando el atardecer imponente que se colaba por las ventanas de su vagón. Pensando en que había merecido la pena, el viaje le producía sensaciones contradictorias y algunas dudas. ¿Qué había más allá del Aranjuez de guía de viajero? ¿Había vida más allá de la poesía cortesana? ¿Dónde sus habitantes, sus cosechadoras de fresas, albañiles y jardineros? ¿Quién cocinó el banquete de la Victoria? ¿Quién pagó los gastos?[1]

Para muchos vecinos y vecinas de Aranjuez, hoy, a comienzos del siglo XXI, se nos queda la misma sensación a la hora de intentar responder a estas preguntas de nuestro imaginario viajero. Y en cierto sentido, no sabemos si oportunamente, tan solo nos evocan nuevas preguntas ¿En qué guía se hablaba de la Casa del Barco en el Cerrillo, de la Casa Grande en la calle del Foso, o de la Casa Negra? ¿Dónde encontrar los salarios del jornalero, las rentas del alquiler o las consecuencias del cólera? Quizás por este motivo, por esa sensación amarga y desconcertante que parece repetirnos que el Retrato oficial de Aranjuez no dista mucho de estas guías, algunos vecinos y vecinas hemos decido poner en marcha este proyecto de recuperación de la memoria social y cultural de Aranjuez, un proyecto que intenta hacer emerger ese pueblo de Aranjuez que no está en las guías para el viajero, que habla de sus habitantes con nombres y apellidos, pero no de las Grandes familias, sino de las más numerosas. Un proyecto que toma como nombre la reivindicación de un símbolo, pero también de un síntoma: La Casa Negra.

La Casa Negra se situaba entre las calles Almíbar, Stuart, de las Eras y de la Rosa[2],  una Casa de Jornada del siglo XVIII que fue padeciendo varios cambios históricos y de propiedad significativos. Fue vendida a la Diputación Provincial y convertida en Hospicio para alojar los niños y niñas excedentarias de la beneficencia de la Capital. Fue recuperada por el Ayuntamiento, en 1925, para terminar por convertirse en viviendas particulares. Poco a poco, el inmueble fue deteriorándose, por la incapacidad de sus moradores y de las instituciones para su mantenimiento, hasta una definitiva ocupación de varias familias sin alternativa habitacional que sufrió, con cientos de vecinos como testigos según un diario nacional, el desalojo por la fuerza pública. El acta de defunción terminó  por levantarse el mes de abril de 1996, cuando se produjo, tras años de abandono, el hundimiento del inmueble catalogado hasta la fecha por el Ayuntamiento como a conservar.

La Casa Negra es un símbolo de la importancia histórica de nuestro municipio, pero también de la desidia de sus gentes por conservar una parte tan importante de su historia. Es un símbolo de la memoria popular ribereña, de sus clases trabajadoras y de su cultura diversa, y sin embargo, esta Casa Negra también es símbolo del Olvido y el marchitar de la memoria local, de un mirar siempre hacia delante sin reparar en todo lo que vamos dejando detrás, una renuncia implícita a recuperar y mantener nuestro patrimonio histórico en perpetuo deterioro, y por lo tanto un síntoma claro de un mal crónico: la enfermedad de la desmemoria.

La Asociación Cultural La Casa Negra quiere ajustar cuentas con esta situación y aportar, en la medida de sus posibilidades, diagnósticos y remedios para hacer de este pueblo, de este Aranjuez nuestro, un poquito más de sus moradores/as y menos de sus administradores y administradoras. Queremos convertirnos en un punto de encuentro, serio y a la vez lleno de entusiasmo, que recopile material gráfico, que atesore en un fondo de archivo material fotográfico y documental que, en definitiva, responda a una necesidad de rehabilitación de la memoria social y cultural de las clases populares ribereñas. La Asociación Cultural La Casa Negra espera, llegado el caso, poner a disposición de los y las ribereñas estos documentos y materiales, promocionar la publicación y fomento de investigaciones históricas para ampliar el encorsetado ámbito historiográfico que domina hoy los estudios locales. Del mismo modo, creemos profundamente en la transmisión horizontal de la información, en el apoyo mutuo entre vecinas y vecinos, por lo que nuestras actividades estarán imbuidas de un debido respeto por lo público, lo que es de todos/as y que por todos y todas ha de ser recuperado; de la reivindicación del común como bien indispensable en una población y forma elemental de relaciones sociales. De este modo, asumimos la tarea de sacar a la luz las vidas silenciadas de nuestra gente, de sus miserias y derrotas, pero también de sus formas de plantar cara a la adversidad, sus protestas organizadas e incluso sus victorias históricas, y así, quizás mañana podamos encontrar una guía de viaje que hable de la Casa del Pueblo de Aranjuez, de la luchas de sus mujeres por un precio del pan justo y de buena calidad, las fiestas autogestionadas de sus barrios, de las cargas policiales para desalojar a un grupo de trabajadores del Ayuntamiento o del mochazo en La Pavera en defensa del Río Tajo. Una tarea urgente y a todas luces necesaria.

[1] Bertol Brecht, Preguntas de un obrero que lee.

[2] Aunque el diccionario topográfico de Ángel Ortiz la sitúa entre Rosa y Naranja, un error sin duda del cronista.